Chile, el último jardín y los vinos de Viña Ventisquero

By 27 febrero, 2014Cata2

A menudo considerado como el paraíso de la viña y el vino, Chile es un país de una belleza difícilmente superable. El océano Pacífico y la inmensa cordillera de los Andes forman una barrera natural y sanitaria, que permite al viñedo chileno desarrollarse en unas condiciones envidiadas por todo el planeta vitícola.

En Chile no existe la terrible plaga de la filoxera, sí, han leído bien, no existe, por lo que es uno de los pocos territorios no filoxerados -¡un país entero, de más de 4000 kilómetros de longitud!- que quedan en el planeta tierra junto con las Islas Canarias, la isla de Creta y Chipre. El desarrollo de enfermedades criptogámicas es muy bajo -tampoco existe el mildiu, pero sí el oídio-, siendo las plagas más comunes la araña roja, algunos coleópteros y nemátodos, un insecto hemíptero que ataca el sistema radicular de la vid y algunas enfermedades víricas. Hablamos de un país en el que todavía sobreviven clones anteriores a la filoxera, procedentes de los más prestigiosos pagos europeos; un país que fue el vivero, el principal suministrador de esquejes, para la reconstrucción del viñedo europeo a finales del siglo XIX y principios del XX.

Casablanca

TAPIHUE, (Valle de Casablanca). Fotografía: www.ventisquero.com

La isla geográfica, el último jardín

Estamos, por lo tanto, ante un país en el que se pueden plantar vides de pie franco, sin injertos, plantas que se desarrollarán con sus propias raíces, con sus propias “piernas” durante toda su vida. Esas afortunadas cepas vivirán esplendorosas, sin apenas enemigos, como las añoradas cepas europeas anteriores a la llegada de las plagas americanas. Imaginen que, a la temprana edad de una semana, les cortan las piernas y les trasplantan las de un individuo de otra raza para evitar que se las coman los gusanos… pues eso no pasa con las vides en Chile.

La influencia de la cordillera de los Andes es el actor principal del clima chileno. Las diferencias climáticas más destacadas se dan de este a oeste, en la estrecha franja -que alcanza un ancho máximo de 445 kilómetros y un mínimo de 90 kilómetros- que va desde el océano hasta la frontera con Bolivia y Argentina. Los viñedos situados cerca de las cordillera costera se encuentran protegidos de la lluvia, reciben menos precipitaciones y gozan de temperaturas más cálidas que los cercanos a los Andes. Los situados en las laderas andinas disfrutan de beneficiosas variaciones entre las temperaturas diurnas y nocturnas, con fuertes y frías corrientes nocturnas que favorecen la concentración de fruta y la obtención de buenos niveles de acidez.

Resulta evidente que las condiciones naturales para la viticultura en Chile son excepcionales, lo que inmediatamente nos lleva a preguntarnos ¿por qué no es un líder a nivel mundial?

Leyda

LAS TERRAZAS, (Valle de Leyda). Fotografía: www.ventisquero.com

La maldita política y la maldita economía

Es triste, pero el político-económico es un factor decisivo en la inmensa mayoría de los casos relacionados con el desarrollo vitivinícola de cualquier país.

A finales del siglo XIX, los viñedos chilenos estaban en manos de unas pocas familias aristocráticas que contrataron a expertos, principalmente franceses, para que se encargaran de las plantaciones y elaboración de los vinos. Dichos vinos comenzaron a exportarse con éxito y destacar en las exposiciones de Burdeos y París.

El siglo XX resultó muy difícil para la historia del vino chileno, ya que fue uno de los países más afectados por la Gran Depresión, padeció la dureza de los impuestos que gravaban la industria vitícola y sufrió las rigideces de una ley de alcoholes que terminó impidiendo la plantación de viñedos. El golpe de estado y el posterior colapso económico de 1973, que causó hiper-inflación y distorsión de precios, afectó especialmente a la industria agrícola chilena, y una nueva crisis, la de 1982, relacionada con la Crisis de Deuda Latinoamericana, resultó especialmente intensa. Finalmente, el intenso ajuste estructural -una vez superados los tremendos vaivenes iniciales- promovido por los Chicago Boys, terminó fructificando. El restablecimiento de la democracia y la estabilización económica de los años 90 dejó a Chile, al fin, en una situación favorable para el desarrollo y expansión definitiva de su industria vitivinícola.

El riego y los rendimientos

Otro factor, a decir de expertos como Oz Clarke, que puede haber impedido a los vinos chilenos alzarse a las primeras posiciones de fama y prestigio mundial, es el polémico asunto del riego excesivo. El agua abundante que desciende de los Andes se canaliza y se utiliza para regadío, facilitando mucho el cultivo de la vid y ayudando a aumentar el rendimiento por hectárea.

En Europa, entre los aficionados, pueden resultar escandalosos rendimientos de 8.000 kilos por hectárea. Sin embargo, el nuevo mundo ha dado algunas lecciones y, como diría el gran asesor en viticultura, el australiano Richard Smart, si se hacen las cosas correctamente, se puede conseguir la calidad del fruto de un rendimiento de 4.000 kilos con el doble de producción.

Viña Ventisquero

Conoceremos hoy los productos de una joven bodega chilena, Viña Ventisquero, que con sus 13 años de vida ha conseguido elaborar vinos de gran calidad que se han ganado el favor de la prensa especializada internacional. Por enésima vez -y les prometo que no tenemos ningún acuerdo comercial con ellos- la madrileña Enoteca Barolo nos ha permitido expandir nuestros escasos conocimientos vitivinícolas. Gracias a la distribuidora Meddis y a Hugo Salvestrini, mánager estratégico de vinos de alta gama y enólogo de Viña Ventisquero, conseguimos cruzar cómodamente, y en dos escasas horas, los diez mil kilómetros que separan España de Chile. Estas fueron nuestras impresiones.

El risueño Hugo Salvestrini. Fotografía: Joan Mora-Enoarquía.com

El risueño Hugo Salvestrini. Fotografía: Joan Mora – Enoarquía.com

Grey pinot noir 2011. 19€ aprox

Vino del Valle de Leyda, a 97 kilómetros de la capital Santiago. Zona de clima frío del océano Pacífico. Crianza de 12 meses en barricas de roble francés, 15% nuevas, 30% de segundo uso y 55% de tercer uso.

Comienza floral en nariz, con algunos recuerdos a cueros finos, toques balsámicos, cerezas ácidas, algo de pimienta, por un instante viajamos a borgoña con la imaginación y… al poco tiempo… todo desaparece. Lo que en un principio es un matiz de tabaco termina siendo humo y el humo finaliza en el tostado de la barrica, que elimina casi por completo el resto de aromas. Gracias a uno de los habituales asistentes a las catas de Barolo, el gran Jimmy, conseguimos la definición perfecta del resto aromático: Pipas Churruca. En boca: acídulo, corto, algo diluido y de final curiosamente cálido. La acidez, al límite, es algo extraña, de pica pica o peta zeta.

Herú pinot noir 2009. 38€ aprox

Del Valle de Casablanca, región costera de clima frío. Crianza de 12 meses, 25% en barricas nuevas, 35% de segundo uso y 40% de tercer uso.

Nos recibe con un encantador aroma a pétalos de rosa, eucalipto, césped, algo de pedernal… sé que quieren que lo diga…venga va: ¡Mineralidad en nariz! En boca es de mayor elegancia que su “primo”, con entrada algo golosa. Tiene mejor recorrido y la acidez, también elevada, es más armoniosa en el conjunto. El tanino, aunque ligeramente secante, es bastante suave. El final es algo discreto

Queulat Gran Reserva Carmenérè 2011. 17€ aprox.

Del Valle de Maipo, famoso por sus equilibrados tintos. Clima de tipo mediterráneo con estaciones bien definidas. Crianza de 12 meses en barricas, 50% roble francés y 50% Americano, 15% nuevas.

Al fin llega la carmenérè, la gran uva perdida de Burdeos. Tabaco, frambuesas ¿goma? A lo mejor digo una barbaridad, pero resulta algo punzante en nariz. Me esfuerzo por buscar la tipicidad del pimentón que se supone tiene esta uva y, sí, algo hay, pero no es de la Vera ni de al lado. Huele a pimentón cuando se me quema en la sartén a la mínima distracción provocada por mi perro, que está algo loco. Aquí ya encontramos un vino de mucho más cuerpo, compensado, equilibrado, redondo y de buena longitud. Original y agradable.

Grey Carmenérè 2010. 18€ aprox

También del Valle del Maipo. 18 meses en barricas de roble francés de grano extrafino, 33% nuevas

Intenso aroma a cacao, especias, confitura de frambuesa y ¡Pastillas Juanola! Explosiva mezcla. Vamos de menos a más, seguimos mejorando. Sensación de plenitud en boca, buen tacto de tanino aterciopelado y todavía más redondez y equilibrio. Vino pulido y muy grato.

Vértice Carmenérè y syrah 2008. 34€ aprox.

Procedente del Valle de Colchagua, de clima mediterráneo con escasas precipitaciones. Pasa 20 meses en barricas de roble francés de grano extrafino, 40%  nuevas y el resto de segundo y tercer uso.

Ciruelas y cerezas maduras y, de nuevo, Pastillas Juanola. En retronasal deja una curiosa sensación de mosto sin fermentar. Tanino abundante y de buena calidad, ligeramente graso. Vino “ancho” y bastante largo. Es muy correcto y atractivo, pero creo que estas dos uvas caminarían mejor solas.

Pangéa syrah 2008. 42€ aprox.

También del Valle de Colchagua. 20 meses en barricas de roble francés de grano extrafino, 50% nuevas.

Parece que estoy obsesionado con las Pastillas Juanola, pero ahí están, me persiguen. Recuerdos a mermelada de frutos del bosque. En boca es, sin duda, el mejor hasta ahora. Pleno, redondo y muy largo, con tanino sedoso de muy buena calidad. Siempre me tienen que gustar más cuanto más caros son.

Enclave cabernet sauvignon 2010. 55€ aprox.

De la D.O. Pirque, en el Valle del Maipo Alto. 18 meses en barricas de roble francés de grano extrafino, 50% nuevas y 50% de un año.

Mentolados que en esta ocasión no son de Juanola, sino de eucalipto. Alguna nota cárnica y ligeros recuerdos “minerales” de piedra seca calentada por el sol. Una nariz que no recuerda a un cabernet. El vino es intenso pero está desordenado, sin hacer todavía. Tiene más materia que cualquiera de sus compañeros de cata y el tanino es sin duda el que deja mejores sensaciones. Promete mucho.

bottles

capas

Conclusiones

El Pangéa, sin duda, ha sido el mejor en esta ocasión. La segunda posición es para el Enclave, realmente prometedor y de tanino graso de altísima calidad. La tercera plaza se la queda el Grey Carmenérè; un vino intenso, muy interesante y particular, a buen precio.

En esta cata han resultado decepcionantes los dos pinot noir, sobre todo teniendo en cuenta que uno de ellos, el Grey, venía precedido por la fama que dan los 95 puntos otorgados por la revista Decanter. En nuestra opinión, el pinot Herú era un vino claramente superior a su compañero de variedad, lo que nos hace pensar que quizá la botella podría haber sufrido el viaje y no encontrarse en perfectas condiciones. Ambos son aromáticos y resultones en nariz, pero pecan de falta de estructura.

Nos despedimos, hasta la próxima crónica de cata, con la sensación de que Chile es un país con un potencial espectacular que todavía no ha sido plenamente explotado.

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