Pago de Carraovejas

By 26 abril, 2013Enoturismo

Hoy me gustaría hablaros de uno de los vinos que últimamente mis amistades más me han recomendado, Pago de Carraovejas. Su historia es bastante curiosa pues fue un vino que prácticamente se creó para  su autoconsumo en el Restaurante José María de Segovia, y poca gente imaginaba la dimensión y el éxito que obtendría.

No podemos hablar de Pago de Carraovejas sin antes presentar a D. José María Ruíz propietario del céntrico restaurante segoviano que lleva su nombre y principal impulsor de la bodega Pago de Carraovejas.

La dilatada carrera de D. José María en el mundo de la hostelería, y los múltiples reconocimientos que ha recibido vienen augurados desde sus inicios, ya en 1963 era primer sumiller del afamado Mesón Cándido con tan solo 18 años.

En 1972 D. José María Ruiz es elegido por la Oficina Internacional del Vino y la Vid para representar a España en el que fue el I Concurso Mundial de Sumilleres celebrado en Milán.

Más adelante fue representante de licores y abrió su primer negocio el Mesón Puente de Hierro.

En 1982 inauguró el restaurante José María.

Pero es a finales de los 80 es cuando D.José María Ruiz encabezando un grupo de apasionados del vino conciben el proyecto de crear su propio vino tinto. Eligieron la Ribera del Duero por su proximidad geográfica a Segovia y por ser considerada la zona con más futuro dentro de los vinos españoles. Muchos estudios demostraron que las laderas de Carraovejas, muy famosas en Peñafiel por ser el mejor maduradero de la comarca, constituían el enclave ideal y la tradición así lo demostraba: los viejos del pueblo recordaban cómo los vinos procedentes de Carraovejas eran los más apreciados cuando salían a la venta.

Ubicada a tres kilómetros de Peñafiel, en la solana de los valles del río Botijas, un apéndice del valle del Duero, del que tan sólo le separan cuatro kilómetros, la finca de Bodegas Pago de Carraovejas goza de un microclima en el que se conjugan los efectos dulcificadores del Duero, los vientos dominantes del oeste, que favorecen la buena sanidad de la uva, y la orientación sur de las laderas de suaves pendientes, protegidas del dañino viento del norte, así como de las heladas primaverales y otoñales.

Es aquí donde se consigue lo que necesita un buen viñedo: sol y aire.

Plantada a 750 m. de altitud, la finca de Bodegas Pago de Carraovejas se extiende por laderas suaves y prolongadas, orientadas hacia el suroeste y en suelo bien drenado (arenoso y calizo, pedregoso y profundo). Las viñas, tinta del país en un 75% y cabernet sauvignon y merlot en un 25%.

D. José María Ruiz había encontrado en aquellas tierras el lugar idóneo para recoger una uva de gran calidad de la cual obtener su afamado Pago de Carraovejas. Con la colaboración de Tomás Postigo (enólogo) y Emilio Arranz (responsable de viticultura), las 60 Ha. de viñedo propio de Pago de Carraovejas vieron recogida su primera cosecha en 1991. Iniciándose así una andadura que tiene su culminación en sus magníficos crianzas, reservas y grandes reservas.

El respeto por la tradición y el medio sin dar la espalda por ello a la investigación, el desarrollo y la innovación han sido otra de las claves para el éxito de Pago de Carraovejas.

Los vinos de Pago de Carraovejas son especialmente sensibles por lo que se extreman los cuidados desde la misma recogida de la uva hasta que finalmente llega a nuestras mesas. El cuidado por parte la bodega es tal, que la distribución de sus vinos, para en verano tratando de evitar así someterlo a altas temperaturas o a cambios bruscos de la misma.

Tras su recogida las uvas llegan a los depósitos de fermentación sin despalillar ni estrujar. Durante este proceso la uva mantiene el contacto con los hollejos, obteniendo así una mejor maceración natural. El proceso de envejecimiento tiene lugar en barricas de roble francés y americano. Hay que destacar que Pago de Carraovejas fue pionero en el uso de roble francés en la Denominación de Origen de Ribera del Duero.

Según la propia bodega «Pago de Carraovejas es un vino singular, con personalidad propia, con una garra y un carácter que obtiene y atesora a fuerza de acumular sensaciones procedentes de sus aromas altamente expresivos, de su color intenso, de un sabor carnoso, potente y exuberante en el que se manifiestan las características propias que le brindan cada una de sus variedades Tinta del país, Cabernet Sauvignon y Merlot, a las que se unen los matices esenciales que le aporta el “terroir” de las laderas de Carraovejas.

Sabrosos, elegantes, dóciles y vigorosos a un mismo tiempo, estos vinos son capaces de transmitir profundas fragancias y paladares, una experiencia rica en matices que les hace…perdurar en el recuerdo.»

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